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El enfoque de nuestros ojos

Del mismo modo que cuando hacemos una foto debemos enfocar nuestra cámara hacia el objeto principal, nuestro cerebro hace lo mismo con nuestros ojos: enfocar el papel cuando leemos, o enfoca al infinito cuando contemplamos un paisaje. El mecanismo de nuestro cerebro es infinitamente mejor, preciso y rápido que la más sofisticada de las cámaras que tienen un enfoque automático, y nuestros ojos se centran en el objeto principal de forma inconsciente. Es lo que llamamos acomodación, la habilidad de ver con nitidez a diferentes distancias y cambiar el punto de enfoque con rapidez y de forma inconsciente.

Nuestra capacidad de acomodación disminuye con la edad. A partir de los 40 años es habitual la aparición de la presbicia o vista cansada, que limita la velocidad y la precisión del enfoque de nuestros ojos. Y en el caso de los niños la existencia de algún problema de acomodación disminuye la capacidad de atención y del aprendizaje. Un niño con problemas de acomodación es lento a la hora de cambiar el punto de enfoque desde la pizarra al papel (decimos que tiene poca flexibilidad de acomodación), ve borroso, lo que afecta a la lectura y la escritura.

Esta incomodidad asociada a la lectura es uno de los síntomas claros de una dificultad de acomodación, pero existen otros síntomas:

  • El niño ve borroso cuando lee
  • Parpadea excesivamente
  • Mantiene una distancia de trabajo poco común, inadecuada
  • Se frota los ojos a menudo
  • Lagrimea
  • Es lento al leer o al copiar algo de un libro o de la pizarra
  • Leer durante un buen rato le provoca dolores de cabeza
  • Presenta síntomas de fatiga al final del día.

Es importante que los adultos que rodean a un niño sean conscientes del significado de estos síntomas, porqué el niño que ha aprendido a leer con dificultades de acomodación, no se va a quejar, porqué le parece normal e intenta adaptarse a esta circunstancia. Cuando los adultos (padres, profesores…) observen la existencia de estos síntomas es importante que pongan al niño en manos de un optometrista, que podrá realizar un examen completo de la visión del niño, y diseñar las soluciones al problema. En este sentido, la terapia visual forma parte de la solución del problema, ya que los ejercicios que se prescriben “entrenan” al cerebro para acomodar mejor nuestra vista y obtener de ella el máximo rendimiento. La mejora en la acomodación tendrá beneficios en la lectura y la escritura, y, en definitiva, en la capacidad de aprendizaje del niño.